En Madrid, la carrera del cerdo,
espectáculo muy singular,
se le unta manteca en el rabo
y el marrano echa a correr.
La gente ríe que ríe,
el alcalde dice que está bien.
Veréis, venid,
venid, veréis
como se divierte
la gente en Madrid.
En Madrid, la carrera del cerdo,
espectáculo muy singular,
se le unta manteca en el rabo
y el marrano echa a correr.
La gente ríe que ríe,
el alcalde dice que está bien.
Veréis, venid,
venid, veréis
como se divierte
la gente en Madrid.
Caigo. Me caigo. Algunas veces. En algunas ocasiones. No me levanto. No puedo o no quiero. Alguien acude a ayudarme. A levantarme. Estoy bien tumbado. En el suelo. Está frío el suelo. Tenía calor. Me encuentro bien. ¿Por qué me levantan? No he pedido ayuda. Creo. Ni he dicho que me incorporen. O si. Creo que no. Otros deciden por mí.
Dicen que estoy enfermo. Que van a curarme, o por lo menos, lo van a intentar. No me tienen en cuenta. No es que quiera seguir hecho una mierda, pero que me digan qué van a hacer conmigo. Si me interesa, aceptaré. Dicen que van a dejarme como antes. Harto y aburrido, como ellos. Prefiero solo, como yo.
Me parece bien eso de quitarme los dolores, las molestias. Llevo unos días sin tantos dolores, sin tantas molestias, sin tanta medicación. No lo saben, pero la tomo cuando lo creo conveniente. Ni poca, ni mucha, a mi aire.
Preguntan: -¿Has tomado la medicina?-. Contesto: -Si, claro-. Pero es mentira. -Sigue así. Ya estás mejor-. Para que luego digan. Estoy mejor. ¿Ven lo que quieren ver o ven lo que quiero que vean? ¿Me engañan ellos o me engaño yo?
Puede que la enfermedad esté cumpliendo su periodo de duración y empiece a declinar, a retroceder. Puede que me haya adaptado a ella y lo que antes era dolor ahora es normalidad.
He aumentado el umbral del dolor y lo noto menos. Mientras tanto, estoy mejor.
Una vida partida por una enfermedad que forma parte de una vida. Mi vida partida por la enfermedad que forma parte de mi vida. O me acostumbro a ella o ella se acostumbra a mí. Por el momento nos estamos acostumbrando uno a otra. La enfermedad se encuentra acoplada y yo aguanto sus manías. No siempre.
¿Qué quedará de mí cuando ya no tenga medicamentos que tomar, pomadas que darme, dietas que seguir, ni enfermedad que soportar?
¿Y si ésta es mi razón de ser, de existir?
Tengo que salir del impasse.
¿Normal?
5ª hora
Oui, c’est moi.
Quizá no sea así,
eso puede dar igual.
Je suis moi.
Y si te atreves
lo puedes desmentir
a costa de una demanda
por falso testimonio
de lesa humanidad.
Pierdo la memoria. Lo peor es que cuando la pierdo no sé donde la dejo ni como encontrarla. Lo mejor que me aparece sola. Me preocupa, porque olvido detalles, conversaciones, gestos. No sé si me olvido o la gente me está haciendo luz de gas.
-Te traigo el libro que me pediste-, me dicen y no tengo ni idea del libro que es, ni siquiera que lo hubiese pedido.
-Ya me contaste lo que te comentó el médico-. Y juraría que no había visto al interlocutor desde bastante antes que al doctor.
Hasta ahí se puede soportar, porque el libro me gusta y lo que me explican que conté del médico coincide con lo que el facultativo correspondiente me contó.
Más grave es cuando alguien me cuenta: -Te devuelvo el disco que te pedí el otro día-. Y no tengo ni puta idea de cuando me lo pidió, si me lo pidió y además el disco ni me suena, ni me gusta y por lo tanto no sé como podía ser mío.
Así que dudo constantemente. Que habrá contado, con quién hablé.
¿Normal?
La memoria es como el mal amigo; cuando más falta te hace… se me ha olvidado lo que iba a escribir…
Voy a necesitar recuperación. Eso me dicen los médicos. Me enviarán a una clínica especializada. ¿Podré recuperar el tiempo perdido en ese lugar? ¿Me van a dejar el cuerpo como antes? El alma como ahora, unos meses más vieja y falta de forma.
Menos mal que el tiempo se estabiliza. ¿Por qué tenemos que hablar siempre del tiempo? Será porque está ahí, omnipresente. Nos levantamos y miramos el tiempo que hace. Entramos en algún sitio y decimos, tras saludar: -«Que frío hace»-. O -«Hace mucho calor»-. O -«Se está bien. Hace bueno».
Hablamos y enseguida sale a relucir algo así como: -«Yo con este tiempo me pongo malísimo»-. O -«Este aire me levanta dolor de cabeza»-. O -«No llueve desde ni se sabe cuando».
El tiempo, conversación banal o algo así. Condiciona muchas de nuestras reacciones, limita las posibilidades de nuestro cuerpo, nos invita a ir de vacaciones o a encerrarte en casa.
Y a mí el tiempo estable me estabiliza. Noto menos los dolores, me encuentro mejor, no sería esa la palabra correcta, me encuentro más soportable.
Normal.
Llamadas de móvil
correos en yahoo
música en ipod
cine en dvd
televisión digital
alta definición
sonido surround
home cinema.
Conversión de texto
descargas de emule
ciberespacio
cibernauta
cibernético
cibercafé
contactos por chat
mensajes email.
Robot o persona
androide o humano
inteligencia artificial
memoria ram
hacer un back up
disco duro insuficiente
esto va a petar
cerebro o circuitos
vivir o mutar
manos o teclado
realidad virtual
verdad o real
verdad virtual.
Dios en una web
lo buscas en google
lo encuentras en red
hay bases de datos
que explican que es
y se muestra on line.
Hay que reiniciar
para comprender
que el mundo nos cabe
hoy en Internet.
Con la venia de todos sigo acostado. Los médicos dicen que no tengo nada grave. Pesado, lento, si, grave no. Grave en el sentido de que pueda ser mortal, que pueda ocasionar la muerte. Así que no debo estar muerto. Aburrido, harto, deprimido, en pocas palabras, hasta los huevos, si, pero muerto, no. Aún.
No sé por qué se dice hasta los huevos. Esa zona pilla más bien baja y me parece poca altura para estar de algo que te satura, que te desborda. Pero se entiende.
Como buen hipocondríaco, un poco obligado por las circunstancias, pienso, tengo tanto tiempo para pensar, que puedo estar enfermo de cualquier cosa…
Los médicos descartaron esas enfermedades de nuevo cuño, esas inmunodeficientes, llamese sida, llamese vih, y hablan de algo de huesos y columna. Lento, pesado y no grave.
Normal.