Ahora ya me puedo despedir con calma.
Me refiero a despedirme de ERNESTO LÓPEZ FEITO, que nos dejó en la madrugada del jueves pasado.
Y he tardado bastante tiempo en asimilarlo, porque su muerte me ha dejado un tanto huérfano profesionalmente y ha abierto uan serie de sensaciones y recuerdos que tenía por ahí dormidos.
Le conocí cuando no teníamos veinte años. Ambos empezábamos a estudiar Periodismo, pero como no estaba terminada la Facultad, nos hospedaron en Cinematografía, allá por el final de la Ciudad Universitaria.
Allí nos conocimos, allí me enseñó a jugar al poker, al mentiroso, con los dados, y al dominó. Era uno de los tahures del lugar.
Después coincidimos en Arriba, en deportes, luego en local, hasta que se fue al Imparcial y me dejó en su puesto en esa sección, y a punto estuve de entrar en el Imparcial tras su llamada, pero las cosas se complicaron y no pudo ser.
También tuve la suerte de comer en el Luarqués, restaurante propiedad de sus padres, que se convirtió en sitio de reunión casi habitual para nuestro contubernio.
Le seguí tratando más o menos regularmente y tenía una llamada pendiente, pues había quedado en visitarlo en la Ser… Una llamada que ya nunca haré, aquí por lo menos…
Ese ha sido, a grandes rasgos, mi peripecia con Feito… que además de enseñarme a jugar a todo lo escrito al principio, me tutelo en el periódico… y me descubrió el rock sinfónico (Pink Floyd, Yes…) porque era un gran melómano.
Todo este rollo para explicar que siempre me acordaré de él, de su bondad, de su alegría, de… tantas cosas…
Me ha costado bastante asimilar la noticia, la pérdida, la desgracia…
Te echaré de menos.
Y a Pilar, un fuerte abrazo… hace tantos años…